Una noche con los que conocemos todos
Los elegidos en el ColónDiez cantores populares unieron sus voces para este encuentro en el Colón. Hubo desde tango hasta rock.
- Patricio Féminis
¿A dónde están los elegidos? ¿Quiénes los designan y los exponen? ¿Cómo se ven entre sí? Algunas preguntas que se disparan al haber escuchado juntos a diez cantantes famosos (y muy diversos) de la música popular argentina, anteayer en el Colón, haciendo un clásico propio junto la Orquesta del Teatro y el Coro Sinfónico Argentino. Meses atrás habían sido Las Elegidas. El lunes les tocó a ellos: Raúl Lavié, Antonio Tarragó Ros, Juan Carlos Baglietto, Guillermo Fernández, Jairo, Alejandro Lerner, El Chaqueño Palavecino, Miguel Mateos, Darío Volonté y Ramón “Palito” Ortega.
Los Elegidos arribaron al teatro por excelencia de los contribuyentes porteños, con Cacho Fontana como conductor de este show con auspicio de la Ciudad que organiza el empresario Avelino Tamargo, ex diputado del PRO. “Este es uno de los mejores teatros estatales del mundo”, dijo el Negro Lavié antes de hacer Adiós Nonino con orquesta y coro. El fervor popular y el sonido clásico reunidos para esta noche de estratégica variedad musical y también de público: las entradas costaban desde $2250 (los palcos bajos) hasta $150 (cazuela, tertulia y paraíso).
Tras Lavié, los aplausos se potenciaron cuando Antonio Tarragó Ros -con su acordeón- dijo: “Es una emoción para mí estar acá”. Y regaló, vestido por las cuerdas, su chamamé María va, ovacionado hasta por los acomodadores. El que seguiría “es un hombre con luz propia”, dijo Fontana. Era Juan Carlos Baglietto, que deslumbró en No olvides que una vez tú fuiste sol. Desde la cazuela y la tertulia, cientos gritaban “no se oye: más fuerte”, pero la potencia de Baglietto sorteó el desajuste técnico.
El volumen volvió, también el silencio de las gradas superiores, y Guillermo Fernández regaló Qué tango hay que cantar, de Cacho Castaña: el elegido ausente. Otra ovación logró Jairo con Morir enamorado: vibrante. Y el sentir romántico de Alejandro Lerner haciendo No hace falta que lo digas no pudo competir con el furor para el Chaqueño Palavecino (el único sin traje: mandan las pilchas gauchas) y su chacarera-hit Amor salvaje.
Y entonces al recinto lírico volvió el rock: Miguel Mateos impostó cierto color lírico a Tirá para arriba y los coros y palmas fueron unánimes. Tras él, Fontana anunció a “la voz de la casa”, Darío Volonté, que homenajeó a Gustavo Cerati con En la ciudad de la furia. Los arreglos (y un plus de guitarra eléctrica) y el vibrato in crescendo de Volonté provocaron el estallido.
“Y ahora, un rey”, engoló la voz Cacho Fontana: “Palitooo Ortegaaa”. El tucumano entonó de a poco Yo tengo fe, pidiendo palmas, con el mismo concepto de hace cincuenta años. Porque además de estilos (e ideologías sonoras disímiles), el Colón de los elegidos fue y es eso: una vitrina de épocas. La que ensambló al cierre a Lerner, Lavié, Fernández y a Palito para Café La Humedad. O a los diez juntos con Uno, de Mariano Mores. En los bises, Fontana designó otra vez a “el rey Palito”, que repitió su canción. Pero las palmas de la tertulia y el paraíso reclamaban otra fe: “Migueel, Migueeel”. Y Tirá para arriba se quedó con los gritos finales.